PRÉNDEME. El musical que no te suelta la mirada ni el alma
En el escenario del Teatro SOGEM Wilberto Cantón, Daniel Mendoza y Robert Coronel no solo actúan: hipnotizan. Desde el primer acorde, quedás atrapada/o en una tensión deliciosa, debatiendo si admirarlos más por lo que cantan o por lo que interpretan. La voz te estremece, la actuación te cala, y el resultado es un duelo interno que nunca querés resolver. Son artistas completos, pero también son muchos en uno: te muestran capas y capas de matices, cambios sutiles que te llevan de la ternura a la inquietud en segundos.
Esa presencia, esa entrega, solo pasa cuando uno ama lo que hace. Y ellos aman esta obra, aman la profesión, aman a los personajes y aman al público que tiene el privilegio de verlos. Y eso se siente: traspasa, conecta, enamora.
Una historia de 1924 que podría estar en el periódico de hoy
Basada en el crimen real cometido por Richard Loeb y Nathan Leopold en Chicago, esta obra de Stephen Dolginoff (con traducción de Xavier Villanova y dirección de Jaime Rojas) nos recuerda que algunas obsesiones, dependencias y vacíos emocionales no tienen fecha de caducidad.
1) Salud mental y obsesión: cuando una idea se vuelve veneno
La obra muestra cómo una fascinación intelectual puede mutar en compulsión y, de ahí, en justificación del daño. El tránsito es sutil: primero deslumbra (“quiero ser excepcional”), después aísla (“nadie me entiende como él”) y finalmente domina (“todo vale si prueba que tengo razón”). En escena lo ves en la tensión de las miradas y en la respiración de los silencios: el pensamiento grandioso se vuelve droga, la adrenalina del riesgo, recompensa.
Señales que hoy reconocemos: racionalizar lo irracional, cortar vínculos que incomodan la obsesión, perder empatía, usar teorías para blindar caprichos (“no es abuso, es superioridad”). Clave: hablar de salud mental no es romantizar el caos; es poner límites antes de que el brillo se coma a la persona.
2) Relaciones tóxicas y dependencia emocional: la manipulación disfrazada de amor
El vínculo central es una clase magistral de desequilibrio de poder: uno marca el guion, el otro cede para pertenecer. Amor condicionado, chantaje emocional y refuerzo intermitente (hoy te elevo, mañana te hundo) sostienen el enganche. No es “pasión”: es trauma bonding.
Cómo se siente (y se ve) hoy:
- Love bombing inicial → euforia.
- Pedido imposible → culpa si no aceptás.
- Promesa de exclusividad → aislamiento.
- “Lo hacemos por nosotros” → borrado de tu identidad.
En el escenario, cada dueto funciona como contrato no dicho: “te necesito… pero a mi modo”. Aprendizaje para casa: el amor no negocia tu dignidad; si para “amarte” tengo que achicarme, no es amor: es control.
3) Violencia y búsqueda de poder: cuando el ego necesita prueba
Bajo el barniz de la “inteligencia superior”, aparece la vieja trampa del poder por el poder: la vida del otro convertida en objeto, la ética como estorbo. Ayer se llamaba “superhombre”; hoy puede ser “soy distinto, las reglas no aplican”. La obra desnuda ese hilo rojo: el desprecio se vuelve permiso, la frialdad se vuelve método.
Paralelos con el presente: meritocracias sin empatía, éxito que humilla, discursos que cosifican. La violencia empieza mucho antes del golpe: en la idea de que el otro vale menos. Recordatorio: la ética no es un freno a la grandeza; es su estructura de carga.
Cuando el arte se ama, se nota
Hay algo mágico cuando un actor ama su trabajo: no interpreta, vive la historia. No canta, respira la música. No mira al público, lo atraviesa. Eso pasa aquí: cada mirada, cada silencio, cada pausa está cargada de intención.
Este montaje no es solo un musical: es una experiencia emocional que te acompaña después de que bajan las luces. Una invitación a asomarte a lo más oscuro del alma humana, pero también a reconocer que incluso allí hay belleza, hay verdad, y hay arte que nos transforma.
📅 Funciones: Lunes, 20:30 h
📍 Teatro SOGEM Wilberto Cantón (José María Velasco 59, San José Insurgentes, CDMX)
🎟 Boletos: Cartelera de Teatro