10 Cosas que podés hacer con tu madre

sin comprarle nada, pero dándole TODO



1.- Comé con ella, pero dejá que el celular se quede sin pila.


El algoritmo puede esperar; tu mamá no.


Hoy, el verdadero lujo no es reservar en un restaurante caro, sino ofrecerle tu tiempo sin pantallas de por medio. Guarda el celular. Apágalo si podés. Ponlo en modo avión y déjalo en el fondo de la cartera. Que el único “scroll” del momento sea el de sua recuerdos, cuando te cuente (otra vez) aquella anécdota de tu infancia o de cuando tu abuela hacía tortillas sin receta.


No hace falta decirle “estoy acá”; demuéstrale que estás: con atención, con mirada, con pausa. Porque mientras vos checas una notificación, hay historias que no se repiten ni detalles que no se recuperan.


El postre no está en la carta; está en esa risa que sólo le sale cuando se siente escuchada.



2.- Cuéntale algo tuyo que no sepa.


No de los secretos pesados… Una canción que amás. Una vez que lloraste por orgullo. Una locura que hiciste y no te animaste a contarle.


Tu mamá te conoce más de lo que imaginás, pero hay partes de ti que quizás nunca le mostraste. No porque se las escondieras con intención, sino porque el tiempo, la rutina o el rol que cada una ocupa no dejaron lugar.


Contale algo pequeño pero tuyo, algo que la acerque a esa versión de vos que no sale en las reuniones familiares: esa canción que te salva los lunes; esa vez que te quebraste frente al espejo; ese miedo tonto que arrastrás desde chica; ese sueño que no contás para que no decaiga.


Abrirle esa puertita no es desprotegerte; es invitarla a conocerte otra vez desde otro lugar: no como la hija que cuida, sino como la mujer que acompaña.


Y tal vez descubras algo de ella también, porque a veces, cuando una se anima a abrir, la otra también se suelta.



3.-Preguntale por la mujer que fue antes de ser mamá.


Cómo era su cuarto, su plan frustrado, el nombre de su primer amor. Devuélvele su historia antes del título que le diste. Antes de que la llamaras “mamá”, fue muchas otras cosas: hija, amiga, novia, soñadora, estudiante, rebelde, cuidadora, rompemoldes o tímida total. 


Tal vez alguien la quiso mal; tal vez alguien la animó a volar; tal vez todavía tiene el vestido de su primera cita guardado en un cajón con olor a pasado.


Preguntale por ella, no por su rol:


  • ¿Cómo era su cuarto de adolescente?
  • ¿Qué quería ser cuando fuera grande, antes de que la vida decidiera otra cosa?
  • ¿Qué canción la hacía llorar?
  • ¿Quién le rompió el corazón por primera vez?
  • ¿A qué le tenía miedo cuando tenía tu edad?


Porque a veces se nos olvida que nuestras madres tuvieron una vida entera antes de nosotras, una llena de historias que nunca contaron, quizás porque nadie las preguntó. Y regalarle ese espacio para recordarse a sí misma es una forma hermosa de amor.


Dale un descanso del deber eterno de cuidar y devuélvele la oportunidad de simplemente ser.



4.- No le digas “gracias por todo”; agradecele por algo diminuto pero significativo.


Por esa vez que te esperó despierta; por haber aprendido su forma de cortar frutas; por cómo pone las manos cuando escucha.


El “gracias por todo” es tan grande, tan general, que a veces no dice nada; es como regalarle una tarjeta sin escribirle nada a mano.


Prueba con lo mínimo, con lo que parece insignificante, pero no lo es. 


Decile:


  • Gracias por dejarme la luz del pasillo prendida.
  • Gracias por no decir “te lo dije” cuando sabías que tenías razón.
  • Gracias por haberte guardado el cansancio cuando yo necesitaba una sonrisa.
  • Gracias por ese sándwich que me hiciste, justo como me gusta, sin preguntar.


Los gestos chiquitos sostienen el mundo, y muchas veces nadie los ve, ni siquiera quien los hizo.


Por eso, este Día de las Madres no agradezcas “todo”, que es abstracto; agradecele el detalle, el reflejo, el gesto que quedó dando vueltas en tu memoria. Esas son las palabras que se atesoran, porque nacen del recuerdo vivo, no del deber.



5.- Pedile que te cuente una anécdota vieja… otra vez.


Y esta vez, escuchála como si fuera la primera.


Sí, esa historia que ya sabés de memoria: la del viaje en tren con su hermana; la del vestido que se arruinó justo antes de la fiesta; la del día que pensó que no llegaba a parir… y sí, llegaste vos.


Pedile que la cuente igual, aunque ya sepas cómo termina; porque esa historia, para ella, no es repetición: es refugio. Es parte de su identidad. Es una forma de decir “esto fui” y “esto me hizo”.


Escuchar con atención una historia ya conocida también es un acto de amor. Es decirle: “Estoy acá. Me importa. No me aburre tu pasado, me construye.”


Y quién sabe… quizá en esa vez que la vuelve a contar aparezca un detalle nuevo, o la emoción que antes no veías, o el silencio después del final, que dice mucho más que las palabras.


A veces, volver a contar es una forma de sostenerse, y escuchar como si fuera la primera vez, es una forma de abrazar sin brazos.



6.- Decile que la ves, no solo como madre, sino como persona.


Porque a veces el mejor regalo es recordarle que su existencia vale incluso cuando no está cuidando a nadie.


Detrás de cada mamá hay una mujer que, en algún momento, fue olvidada entre listas de supermercado, turnos médicos, tareas escolares y días sin pausa.


Decile que la miras cuando no está resolviendo nada: cuando está sentada sin hacer ruido; cuando está cansada y no lo dice; cuando se equivoca; cuando no tiene respuestas.


Decile que vale por ser, no por servir.


Por su forma de mirar; por cómo cuida sus plantas; por cómo baila sola en la cocina; por sus ganas de aprender algo nuevo, aunque no sepa por dónde empezar; por las arrugas que cuentan su historia incluso sin tener que nombrarla. 


Porque ser madre no la borra, la suma.


Y a veces el regalo más grande no es agradecerle todo lo que hizo, sino reconocer todo lo que es, incluso cuando no hace nada.



7.- Armale un meme con sus frases recurrentes.


“Porque yo lo digo y punto”, “¿Y si tus amigos se tiran del puente vos también te tiras?”. Enmárcalo; que vea que su sabiduría es cultura pop.


Tu mamá es una generadora de frases legendarias. No necesitó TikTok para viralizarse. Hace años que lanza una combinación perfecta de amenaza, poesía doméstica y sabiduría ancestral… y todo eso en una sola oración.


Entonces, celebrála con humor. Tomá esas frases que se te quedaron tatuadas en el alma (o en la frente) y transformalas en arte digital, en meme, en sticker, en póster o en taza:


  • ¿A qué hora pensás llegar?
  • ¿Y la casa, quién la va a limpiar, el Espíritu Santo?
  • Acá no es restaurante, ¿eh?


Esas frases también son parte de su legado, y resignificarlas con amor (y un poco de sarcasmo) es un acto hermoso de reconocimiento.


Porque mamá no solo crió personas, también creó lenguaje, y ese lenguaje te educó, te ordenó, te marcó… y hoy te hace reír. Que lo sepa, que lo vea, que se ría con vos y que sienta que su forma de estar en el mundo ya es patrimonio cultural familiar.



8.- Escribile una nota y escóndesela en la cartera.


Tipo tesoro: que la encuentre en el súper, entre el monedero y un pañuelo viejo.

No tiene que ser una carta larga ni una declaración de amor perfecta; solo unas líneas con intención, algo que le saque una sonrisa en medio del día más común del mundo.

Podés escribirle:


  • No se te olvide que sos magia en modo humano.
  • Gracias por haber estado, incluso cuando no sabías cómo.
  • Este papel no pesa, pero va cargado de gratitud. Te amo.


Ponela donde solo ella pueda encontrarla: entre las toallitas, en el cierre chiquito de la bolsa, dentro del libro que siempre lleva pero nunca termina. Y no le avises: que la descubra de sorpresa.


Porque ese momento —el instante en que se detiene, sonríe sola y guarda la nota como si fuera un diamante— vale más que cualquier regalo con moño.

Porque a veces lo que emociona es lo que aparece cuando nadie lo espera.



9.- Confesale que sí, que tenía razón (pero solo por hoy).


Dale el gusto de escucharlo: “Tenías razón con aquel ex. Con el suéter que no me llevé. Con la vez que me dijiste: ‘Vas a ver’. Y sí… vi.”


Sabemos que te resistís, que dijiste “yo jamás voy a decirle que tenía razón”. Pero hacelo, solo esta vez. Que escuche de tu boca eso que siempre supo… pero nunca se lo admitiste.

Decíselo con humor, con ternura, con pausa dramática, dile: “Tenías razón, má. Pero no te acostumbres.”


Esa frase tiene más poder que cualquier ramo de flores. Es la medalla simbólica que se merece por haber sido brújula, faro y pared de rebote durante años.


Y ojo: no es una rendición, es una celebración de su intuición, de su amor firme, de su manera de protegerte, incluso cuando parecía exagerada.


Porque cuando le das ese “tenías razón” envuelto en sonrisa, lo que realmente le estás diciendo es: “Te escuché. Y aunque me hice la sorda… aprendí.” 



10.- Armen una playlist juntas.


Una mezcla de Chayanne, Bad Bunny y lo que salga. Pónganse auriculares, parlante o lo que haya, y mezclen mundos. Vos ponés “Floricienta remix” o “Bizarrap Session”; ella saca Pimpinela, Yuri o el CD de Luis Miguel que tiene rayado pero sigue amando.


Y no importa si no entienden las letras de la otra: lo lindo es que se escuchen, que compartan algo que no tiene explicación, pero vibra.


Nombrala como se les ocurra:


  • Temazos para cuando nadie te entiende.
  • Hits de la reina madre y su heredera.
  • Canciones que no sabíamos que nos unían. 


Después cantá con ella, aunque desafinen, aunque inventen la letra, aunque el perro se asuste, porque a veces hacer ruido con alguien que amás suena más bonito que cualquier canción afinada.


Y el recuerdo de ese momento —esa carcajada en medio del coro, ese movimiento torpe de hombros, ese “¡ay, esa me encanta!”— se le va a quedar pegado al alma más que cualquier regalo envuelto.


Ahora, elegí una de estas propuestas y regalale a tu madre el tesoro más valioso: tu presencia plena.


No esperes más, este instante es la oportunidad perfecta para demostrarle cuánto la amás. Porque esos pequeños gestos construyen recuerdos eternos, reconectan corazones y celebran la mujer que ella es, más allá del rol de madre.


¡Animate hoy mismo a darle TODO sin comprar nada!