
No hay que ser parte para defender.
Solo hay que estar despierta.
No soy parte del colectivo LGBTQI+.
Y justamente por eso, hablo.
Porque no hace falta tener una sigla, una bandera o un “caso personal” para luchar por la dignidad de otres.
No hay que ser activista profesional, ni víctima directa, ni tener todas las respuestas.
Solo hace falta ser parte de este mundo…
y desear uno mejor.
Solo hace falta que el orgullo del que gozás
no te nuble la empatía.
Soy Valeria Pérez Silveira.
Blanca. Cis. Heterosexual. Casada hace 24 años con el mismo hombre.
Madre de un varón de 19 y de una adolescente de 11.
Desde afuera, podría parecer que encajo en todos los moldes.
Pero hay algo que aprendí a fuerza de vivir:
los moldes también son jaulas, incluso para quienes los cumplen.
También soy mujer, en un mundo que aún nos quiere serviciales, estéticas, disponibles y en silencio.
Soy gorda, en una cultura que premia los cuerpos que desaparecen.
Soy neurodivergente, en una sociedad que exige adaptación constante y castiga la diferencia.
Y tengo 48 años de historia —con marcas, con fugas, con mil versiones de mí—
que me enseñaron que a veces lo que toda la vida te dijeron que era tu defecto,
puede convertirse en tu verdad más luminosa.
Supe lo que era el estigma.
Aprendí a mirarlo de frente.
Y lo transformé en emblema.
Pero no me alcanza con eso.
Porque cuando una entiende que ha tenido privilegios —de clase, de piel, de educación, de libertad—
ya no puede darse el lujo de callar.
El privilegio que no se transforma en herramienta es pura comodidad.
Y yo no vine a estar cómoda.
Vine a tender puentes.
¿Por qué nace La Oveja Rosa?
Porque hay discursos que cansan.
Mandatos que pesan.
Códigos que expulsan.
Y minorías que viven en modo supervivencia mientras el resto elige si empatiza… o cambia de tema.
La Oveja Rosa es una oveja negra que se tiñó de rosa.
Porque cuando además de no encajar, pertenecés a una minoría…
todo se vuelve aún más cuesta arriba.
La Oveja Rosa nació para ser un espacio de refugio y revolución.
De escucha, de voz, de eco.
No para hablar en nombre de nadie, sino para amplificar las voces que fueron silenciadas.
No para liderar ninguna causa, sino para acompañar cada una de las que importan.
La Oveja Rosa no representa al colectivo LGBTQI+.
Lo acompaña. Lo honra. Lo defiende.
Porque creemos en un mundo donde nadie tenga que justificarse para existir.
No es Pride, es todo el año
Cada junio, las marcas sacan sus versiones arcoíris.
Las empresas cambian su logo.
Se venden productos con slogans inclusivos.
Y está bien: la visibilidad importa.
Pero también importa lo que pasa el 1º de julio, cuando se guardan las banderas.
La Oveja Rosa no se viste de arcoíris una vez al año.
No tiene campañas “de temporada”.
Tiene convicciones. Y las sostiene.
Porque la inclusión real no es performática.
Es estructural.
No se hace con hashtags.
Se hace con decisiones.
Elegí el lado Oveja Rosa de la vida
Me esfuerzo cada día por seguir aprendiendo.
Por preguntar sin miedo.
Por escuchar lo que incomoda.
Por tratar de entender realidades que no son la mía.
Y no lo hago para sentirme mejor persona.
Lo hago con un solo objetivo:
no estar nunca del lado de los que lastiman.
Aunque sea sin querer.
Aunque sea por ignorancia.
Porque a veces el daño no viene con mala intención,
viene con herencias que no cuestionamos,
con creencias que nos formaron…
y que hoy nos deforman.
Aprender, evolucionar, incomodarse
es la única manera de no perpetuar la violencia como legado.
De romper con discursos que ya no nos representan.
De dejar de repetir lo que nos enseñaron sin revisar si eso construye… o hiere.
Por eso nace La Oveja Rosa.
Y por eso quiero invitarte a que vos también elijas crear —en donde estés—
el “lado Oveja Rosa” de la vida:
Un lugar donde haya espacio para todas las formas de ser.
Un espacio seguro, inclusivo, amoroso y esperanzador.
Una manera más consciente de habitar el mundo.
No somos perfectos.
No lo sabemos todo.
Pero estamos dispuestos a desaprender para dejar de herir.
Y eso, ya es una revolución.
Si hay ovejas negras, que sean rosas
La diferencia no es una falla del sistema.
Es su oportunidad de evolución.
Y si vos también soñás con un mundo donde quepan muchas formas de ser,
donde seamos puentes y no trincheras,
donde los derechos no dependan de identidades sino de humanidad…
Entonces, este también es tu lugar.
Gracias por estar acá.
Gracias por no mirar para otro lado.
Con amor
Valeria P. Silveira
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