
NO ES UN DRAMA, ES CIENCIA.
Vivimos hiperconectadas, sí. Pero ¿cuántas veces al día alguien nos mira a los ojos con atención real? ¿Cuántas veces sentimos que podemos hablar sin filtro, sin prisa, sin pantalla de por medio?
La soledad moderna no adopta la forma de una silla vacía ni de una casa en silencio.
Tiene forma de una vida colapsada por pendientes, notificaciones y reuniones sin contacto humano real. Tiene forma de eficiencia y está matando.
Algunos datos que duelen:
- La soledad crónica aumenta el riesgo de muerte prematura en un 30 %, según los CDC (2023).
- Es tan dañina como fumar quince cigarrillos al día.
- Se vincula con enfermedades cardíacas, deterioro cognitivo, ansiedad y depresión.
- En México, más del 25 % de las personas adultas mayores viven solas, y muchas no cuentan con una red de apoyo.
Pero lo más alarmante es que ni siquiera sabemos que estamos solas. Nos anestesiamos con listas de tareas, con una productividad sin pausas y con la pantalla encendida las veinticuatro horas.
La jaula digital: el nuevo cautiverio
Después de la pandemia por COVID‑19, el hogar se convirtió en centro de operaciones total:
- Trabajamos desde casa.
- Estudiamos desde casa.
- Hacemos el súper, pedimos comida, vemos películas y tomamos clases de yoga… todo desde el mismo sillón.
¿Dónde sucede el roce humano cuando todo es remoto?
La investigadora chilena Isabel Behncke, especialista en comportamiento de bonobos (los primates más cercanos a nosotros en lo emocional), señaló que “los bonobos en cautiverio pierden capacidades sociales; los humanos, durante la pandemia, también”.
En su análisis comparó los efectos del encierro prolongado en animales con lo que nos ocurrió a nosotros cuando desapareció el contacto físico cotidiano. Lo denominó “cautiverio social moderno”.
Y esto no se revierte con una videollamada.
El poder subestimado de un abrazo
Un abrazo sostenido (de al menos veinte segundos) libera oxitocina, reduce el cortisol (la hormona del estrés), baja la presión arterial y mejora el sistema inmunitario. Además, regula el ritmo cardíaco y activa el sistema nervioso parasimpático, que nos ayuda a salir del modo supervivencia.
Literalmente: un abrazo puede salvarte la vida.
Lo que realmente vale no es el dinero: es la red
El bien social más valioso para la vida humana no es el capital financiero, sino el capital relacional. La red a la que puedes acudir en crisis, la que te escucha, te contiene, te abraza o te envía comida cuando no puedes levantarte.
Muchas personas ni siquiera disponen de esa red. Por eso la soledad no es solo emocional; es estructural. Es una forma silenciosa de vulnerabilidad.
¿Y qué podemos hacer?
- Dejemos de romantizar la soledad impuesta.
No todo aislamiento es libertad, ni toda independencia es empoderamiento. A veces estamos solas porque no sabemos pedir compañía, o porque el mundo nos enseñó a no necesitar, a no molestar y a no sentir. - Tejamos la red.
Conversemos de verdad. Fomentemos la presencia. Practiquemos gestos pequeños pero constantes de humanidad.
En La Oveja Rosa creemos que la ternura es una forma de rebeldía. No vinimos a ser eficientes; vinimos a ser humanos. Y lo humano no se automatiza.
¿Hace cuánto no te abrazas con alguien sin mirar el reloj?
¿A quién necesitas volver a llamar?
¿Quién podría estar esperando un “aquí estoy”?
Abramos la conversación en @soy_la_oveja_rosa.
El lazo comienza ahí. Chao.
Con amor
Valeria P. Silveira
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