
En los músculos.
En el ánimo.
Y en la dignidad… que a veces queda tirada al lado de la bici de spinning.
Este artículo es para vos, que alguna vez te sentiste de sobra en un gimnasio lleno de espejos, que fuiste mirada de reojo por sudar “demasiado”, que te bajaste de la elíptica como quien baja de un barco después de cuarenta días.
Para las que salieron de la clase de natación sin piernas, porque adentro el cuerpo flota…
pero afuera pesa como tus dudas existenciales.
Para las que probaron ballet creyéndose zarigüeyas místicas,
pero el espejo devolvía un pequeño elefante confundido.
Para las que entraron al kung‑fu con la energía de una heroína, y salieron como Po en Kung Fu Panda… pero sin la sabiduría y con una contractura.
Para las que, antes de colgarse de las barras paralelas, evaluaron con seriedad si esa estructura era anticolapso.
Para las que sobrevivieron a una clase de spinning…
pero no sobrevivieron al asiento.
Ese dolor no está tipificado, pero debería tener obra social.
Para las que intentaron yoga con la esperanza de encontrar paz interior,
y solo encontraron calambres y un pedo involuntario en la postura del niño.
Para las que fueron a boxeo y pensaron que era solo pegarle a la bolsa,
pero terminaron rogando que alguien las reviva con sales en la cuarta ronda de burpees.
Para las que fueron a escalar y descubrieron que la única pared que trepan con éxito…
es la de las excusas para no volver.
Para las que se metieron a una clase de ritmos latinos creyendo que era Zumba,
y salieron con una crisis de identidad y la cadera dislocada.
Para las que se unieron a un partido recreativo de básquetbol y terminaron rogando un tanque de oxígeno, mientras el resto parecía recién salido de Space Jam.
Para las que corrieron solo “dos cuadritas” y luego necesitaron un Uber para el alma.
Este es un espacio para decir:
“Yo también sentí que ese lugar no era para mí.”
Pero igual me moví.
Igual fui.
Igual sigo.
Dejá tu experiencia en @soy_la_oveja_rosa. Compartí tu anécdota, tu blooper, tu logro pequeño o tu gran fracaso con final feliz.
Porque mover el cuerpo es también mover la vergüenza,
mover la culpa,
mover la historia.
Y eso… eso sí se nota.
Aunque no haya abdominales a la vista.
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