
"La mente no debe llenarse como un recipiente, sino encenderse como fuego."
— Leonardo Wolk
El coaching es un proceso dinámico e interactivo que tiene como objetivo diseñar el futuro. Este proceso se basa en la asunción de responsabilidades.
Por ejemplo, hay una gran diferencia entre decir
"Mi jefe es muy injusto",
y expresar
"No sé cómo hacer para que mi tarea sea reconocida".
En el primer caso, nos posicionamos como víctimas, cerrando todas las posibilidades de acción, salvo que el jefe cambie su actitud. En el segundo caso, aunque se declara una incompetencia, se asume poder, abriendo nuevas posibilidades de acción desde nuestra propia capacidad de intervención.
La clave del cambio no está en la situación, sino en el observador que somos. No se trata de modificar las reglas del ajedrez para que el juego sea más fácil, sino de esforzarnos y expandir nuestras habilidades para jugar mejor. Así, no se trata de cambiar al otro; la variable de transformación es uno mismo.
Como coach, mi tarea es ser una provocadora que facilite el aprendizaje. El coaching es provocación, movimiento y constante desafío, ya que requiere cuestionar las estructuras rígidas de nuestra forma de ser y las concepciones heredadas de cómo “deberían” hacerse las cosas.
El coach es un poco detective. Pero ojo, detective no juez. Se trata de investigar, no de juzgar.
El coaching no aborda estructuras psicológicas profundas, sino que opera en la dimensión de lo consciente, de la conducta observable. En términos simples, podríamos considerar al coaching como una aproximación enfocada en los síntomas y su transformación.
La elección de quién quiero ser
A las personas se nos puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, que es la elección personal ante un conjunto de circunstancias para decidir nuestra propia actitud frente a ellas. Esa libertad íntima nunca se pierde y desde ella construimos quiénes somos.
Quienes decidimos ser,
es siempre nuestra elección.
Más de mi inspiración



